Para su fabricación la leche se cuaja con cardo silvestre durante una hora y media y después se deja envejecer durante un mínimo de 60 días a temperaturas bajas y con un alto grado de humedad.
El resultado es un queso de piel dura, aromático, y con un sabor ligeramente ácido. El secreto y la sorpresa de este queso aparece nada más cortar la corteza por la parte superior (se saca entera como una tapa) y descubrir en el interior un queso cremoso, casi una nata espesa, de un gusto incomparable.
Podemos encontrar la Torta de Casar en dos tamaños de comercialización: la torta pequeña de 11 a 13 centímetros de diámetro y la grande de hasta 17 centímetros, con pesos que oscilan entre los 500 g y 1 kg. Estas dos formas de presentación permiten, en función de la rapidez de consumo, disfrutar de sus cualidades sin que nunca llegue a perderse su untuosidad.
Como todo buen producto nacido en un lugar determinado, la Torta del Casar debe su carácter a las peculiaridades de la zona. La comarca donde se elabora fue, desde siempre, tierra de pastoreo y este queso conocido desde muy antiguo se llegó a utilizar como moneda de cambio, lo que da una idea del tesoro que es esta variedad de queso español.
Para mantener la calidad, el método de elaboración, y las características únicas de la Torta del Casar, se creó en 1999 la Denominación de Origen Protegida lo que garantiza su autenticidad.
Un par de trucos para disfrutar totalmente de la torta: cuando la esté terminando, gratine la tapa y disfrute de un queso frito excepcional. Con el resto, cuando ya casi no pueda sacar más crema de su interior, úselo a modo de recipiente; rellénelo con carnes y aliños al gusto y métalo al horno como si se tratara de cualquier otro plato. Obtendrá todo el gusto de sus mejores recetas mezclado con el sabor único de este maravilloso queso.